Sin dudas, una de las fotografías que más adoro es la que tomé en octubre del 2002 en la Catedral de Notre Dame, en Montreal.
Siempre he tenido una particular afición por las iglesias, ya que suelen ser la mejor galería del genio arquitectónico de cualquier civilización. Sin embargo, tengo que admitir que no estaba preparado para la sobrecogedora experiencia que constituypó para mí exponerme a las inesperadas luces y formas de esta iglesia católica.
Cuando el juego de luces azules y doradas golpeó mi concepto de la sobriedad, me tuve que convencer de que a pesar de "extraños", aquellas tonalidades tan inusuales lograban transmitirme una sensación de paz que no había sentido en ninguna otra edificación católica, incluyendo la impresionante Catedral de San Patricio, en Nueva York.
La fotografía fue tomada sin flash, apoyado en uno de los bancos posteriores, sin trípode, conteniendo el aliento y usando el temporizador del disparador. No tengo reparos en decir que esta es una fotografía sobrecogedora.
19 febrero, 2006
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
2 comentarios:
Que foto más bessha.
No solo impresionante.. esta foto te transporta!
Bienvenido Darío .. al mundo bloggero.
abrazos!
Publicar un comentario